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martes, 8 de octubre de 2013

Historias de la red

En esta época que nos tocó vivir, donde la imagen convive en dos mundos paralelos (analógico-digital) reventando así la diferencia entre realidad o ficción, mandando al paleolítico los retoques y alisados en los cuerpos de las chicas del Interviú o el falso ovni que pululaba sobre un cielo claroscuro, hay que hilar fino para no creer en un engaño.

Los unos y los ceros forman parte de nuestras vidas y como números que son pueden combinarse infinitamente sin depender mucho si el cálculo es matemáticamente probable o políticamente correcto, no sé si me explico, quiero decir que como no hay profe no hay control. Así vivimos, bajo este halo de responsabilidad individual y colectiva, que hace importante a cada bicho viviente da igual raza, sexo, identidad, clase social, ... Y aunque la mayoría lo tiene claro, siempre hay excepciones.

Creo yo, desde mi pequeño rincón, que la mayoría de nosotros/as usamos la red para comunicarnos, independientemente publicitemos algo o no, lo usemos como negocio o pasatiempo; casi siempre sumamos en beneficio de la información, del conocimiento. Para toda esa gente que se dedica a hacer daño a terceros también sirve, sobre todo a los cobardes que se escudan detrás de una pantalla a sabequienkilómetros de distancia maquillando malas intenciones con bonitas -y fáciles- palabras dirigidas a oídos confiados. Como la vida misma.