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domingo, 26 de octubre de 2014

En el campito (2)

De unos años para aquí relaciono la palabra otoño con el bosque; sí, ya sé que sería lo más habitual pero las cabras tiran al monte y los que somos jurelos solemos mirar más al mar y aunque aquí verde hay un huevo casi lo ahoga el azul marino que no turquesa de mi tierra.

Hace unos tres años En el campito (14 de Noviembre 2011) comentaba en el blog algo sobre mis primeras excursiones y experiencias micológicas, un mundo fascinante que llamó mi atención por primera vez cuando me operé del hombro. Buscaba algo entretenido donde mi limitación no supusiese un problema y como las fechas le venían al pelo y el contenido era extenso para ocuparme un par de meses de baja pues me propuse patear coníferas. Además, cocinar setas que hayas recogido en su propio hábitat es muy agradable a mi modo de ver.

Sobre todo me gusta el arte del rastreo, en plan perro sabueso, olisqueando, bordeando, investigando; todo muy animal. Y luego tiene su parte intelectual, el estudio: especies, características, morfología, orografía, simbiosis, ... Parece que entiendo algo, no es así, me hace gracia releer lo que he escrito, quizá me he apasionado, eso es bueno, ¿no?.

viernes, 10 de octubre de 2014

Maqueta d'or

Estos días ando un poco liado desarrollando una web para un conocido -ya por ello le sale gratis- al cual todavía no conozco; por encima del tema creativo, estilos o programación necesito material fotográfico, videos o cualquier tipo de archivo de imagen relacionado con el tema a tratar. Pues bien, a la espera de noticias del propietario sigo, lo mensajeé dos o tres veces para comentarle que llamara a su anterior programador -estuvo en la red tiempo atrás y quiere mantener el dominio-, así le diera la clave de acceso para alojar la web en otro servidor y nada, desaparecido, ni contesta uno, ni me da permisos el otro.

Comento todo esto porque ya es casualidad que en otra ocasión pasó algo parecido, me ofrecí desinteresadamente para crear una tienda virtual a unos tipos que terminaron echándose atrás con argumento similar al del anterior párrafo, mutis por el foro. Y, casualidades de la vida, pertenecían al mismo gremio. Mmmm, una de dos, o son muy raros o soy muy malo como gráfico, ni haciéndolo por la cara intereso.

Paso de comerme más la olla, apago todo y me voy a hacer deporte que tengo libre hasta las dos; las condiciones para ello son ideales, me apetece más que currar en balde. No hay color.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Actualización disponible

Este pasado verano -los espacios temporales se alargan demasiado cuando no escribes- aparcaron sus bártulos en la puerta de casa dos nuevos inquilinos: otra furgo y un perrito.

El coche no es nuevo, tiene ocho años y medio, el perro casi, hizo siete meses. El primero viene a sustituir a la que compré en el 2004, después de cuatro gripajes decidimos separarnos de mutuo acuerdo: yo no soportaba más tanto desplante y ella me acusaba de falta de mantenimiento, diferencias irreconciliables entre los dos. El segundo, un perro de aguas que se iba para Argentina y que por faltarle un premolar cambió la Pampa por el apampao que aquí firma, viene a rellenar el vacío que dejó escubi, un cocker spaniel de color canela, compañero infatigable de aventuras -y desventuras-, del que no me olvidaré jamás.

Y aquí estamos todos juntos estrechando lazos, con nuestras virtudes y defectos, haciendo piña. Por poner un ejemplo, hace unas de semanas saqué a pasear al cachorro por la playa, el animal es de carácter huidizo y yo todo lo contrario; tuve la brillante idea de soltarlo para que se encontrase en libertad -me conocía de un día y medio-, y tan libre se sintió que escapó hacia el bosque de pinos que rodea ese arenal y el que viene a continuación -unas mil ha. en total- sin intención de volver. Corrí en la misma dirección pero con mi capacidad de rastreo me despistó a los quince segundos; después de mucho llamarlo y nada, aumenté el radio de búsqueda pero tampoco, tres horas después me tenía que ir a trabajar sin noticias. Entre el lunes a las 9:30 hasta el miércoles a las 13:30 nadie vió al perro; cientos de personas buscando en el bosque, casas colindantes, lugares cercanos, ..., las únicas pistas resultaron ser falsas esperanzas; todas menos una. Aquella más cabal, la más próxima en distancia -y parentesco- al lugar donde se extravió, fue la correcta. Y allí, entre un hueco de pinos bajos, maleza y troncos secos fabricó su cueva el gaucho, sin decir ni mú por si lo pillaban, jugando al juego del escondite con tácticas de guerrero de élite, saliendo sigilosamente en plena madrugada cuando ya nada se oía a la redonda sólo para nutrirse de heces de animal salvaje -el fuerte olor lo delataba- y agua de los arroyos. El carajo del animal, que boludo salíste.