Hoy quisiera contar una aventura que nos pasó este fin de semana, nada fuera de lo normal, cosas que pasan cuando no se conoce el medio...
...Cinco tíos digamos marineros salen de madrugada con la intención de pasar el día esquiando; tras poner los pies en la estación (245 Km después) comprueban que el estado de la nieve es perfecto, además, sol radiante, cielo totalmente despejado y viento nulo. Llegan a la hora de apertura, aparcan cerca de las taquillas y consiguen el forfait sin esperar una ya desesperante cola gracias a la pillería de uno de ellos, que buscó al principio de la misma a un tío con cara de tonto para ponerse justo delante, girar la cabeza hacia atrás, sonreirle astutamente, mirar de nuevo al frente, dar los buenos días al empleado de la taquilla y pedirle cinco pases de todo el día por favor.
Las primeras bajadas de la mañana sirvieron para enervar esos espíritus ya de por sí pendencieros, al mediodía bajaron por un fuera pistas hacia la cara este de la montaña que los alejaría del claro para adentrarlos en el bosque. El espesor de la nieve oscilaba entre cuarenta centímetros y un metro cuando la pendiente dejó de ir hacia abajo, la capa superficial estaba dura pero a poco que enterrabas la bota notabas como se hundía; el caminar se hizo pesado, a los quince minutos estaban desperdigados, fundidos y semiderrotados, mirándose unos a otros en la distancia a ver si alguno tenía alguna luz. Trescientos metros más arriba estaba la pista, la opción de volver por sus propios surcos les conduciría de nuevo a zona acotada pero prefirieron seguir adentrándose entre árboles hacia el este con idea de coger otra pendiente y remontar más abajo. Hora y media después encontraron un cortafuegos que les dió una idea de donde se encontraban; estaban exhaustos, machacados de caminar semienterrándose a cada tres pasos porque la base de los abetos no es una buena opción para pisar cuando está la nieve blanda, lo saben los serranos desde el origen de los tiempos.
Una colina de unos cien metros de longitud y un setenta por ciento de desnivel hacia arriba les impedía ver más allá, la otra idea era bordear la subida por una espesura paralela, los dos trazados minaban la moral: si escogian el camino corto, el de la rampa, se enfrentaban a un miura; si decidían seguir la ruta larga era más de lo mismo durante otra hora por lo menos. La idea de llamar a emergencias rondó por las cinco cabezas aunque nadie dijo nada, por eso sacaron fuerzas de donde no había, dos tiraron para un lado y los otros tres para otro.
Dejo de lado los momentos duros porque esto no es un programa de Calleja, si estoy escribiendo estas cuatro letras es porque llegamos a enlazar con las pistas.