Los Pérez son gente sencilla, da gusto hablar con ellos, no van de nada porque son, siempre suman; por apellido podrían ser cualquiera pero se diferencian del resto en que callan lo que saben aunque hablan sobre lo que quieras, sin evasivas. En el mundo donde viven hay poco espacio para la improvisación, un lugar hostil donde no crecen las flores y las personas dan todo lo que tienen para poder vivir a ras de suelo, conservando el alma a duras penas arrinconada en lo más profundo de sus entrañas, con las ilusiones hibernando a la espera de tiempos mejores, bajo la misma esperanza con que cuenta una uva pasa convertirse de nuevo en parra.
Entre todos estos años pasados -y los que vendrán- pocas novedades; algún nuevo vínculo como mucho, quizá pequeñas sorpresas que deparen alguna sonrisa de medio gesto, una mirada, una ayuda puntual, ... Da igual, es lo que hay, se conforman con que les regales piedras, son buena peña. Ese carácter equilibrado les confiere un puntito extra con respecto a los demás Pérez que puedan habitar a la redonda.
Un servidor, todo corazón, no entiende muy bien el ambiente de este lugar, viene de respirar otros aires. Aún así, mientras tenga uso de razón seguiré plantando flores, abonando la tierra y regándola las veces que haga falta hasta que broten los primeros tallos. Es mi pequeña contribución a los nuevos tiempos, los cuales llegarán sin duda, por difícil que les parezca a los protagonistas de los párrafos anteriores.