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lunes, 26 de mayo de 2014

El castillo del rompepiezas

En un fin de semana copado por las noticias futboleropolíticas, máximos exponentes de la cultura androespañola, este pascualín que aquí deletrea anduvo a tiempos muertos cortando la hierba; vistos los resultados, dos máquinas cortacésped estropeadas (una de ellas de por vida) y lo de Lisboa es verdad que no ha sido todo lo productivo que me hubiese gustado.

A pecho descubierto para pillar algo de sol tuve tiempo de dejar la cosa casi lista antes de las averías, sólo me quedó una esquina de unos treinta metros cuadrados llena de hierbajos y ortigas con la estatura de un niño de ocho años. Con la única máquina que me quedó disponible -una hoz- arrasé con todo lo que se me puso por delante. A la media hora lo tenía listo y ocho horas más tarde me seguía escociendo el cuerpo por el polvillo de ortiga que levanté por creerme el diablo de tasmania portando una guadaña.

Eran las 4:44 la última vez que me rasqué y sin pegar ojo miré el despertador.....tendría que sonar a las 5:12 para ir al trabajo. Me acurruqué pensando en aprovechar los veinte minutos esos que dicen que valen más que tres horas de sueño profundo y supongo que me dormí. A las cinco y doce de la mañana, puntual como siempre, la alarma sonó.

Ahora, hecho polvo, pienso en el Empirismo de Hume y la capacidad del ser humano para aprender de los errores.