Mientras espero y desayuno, entre chaparrón y chaparrón, voy a golpear el teclado antes de meterme en el mar a chapotear un rato, más que nada porque ayer comenzaron mis veinte días de vacaciones de verano y de alguna forma lo tengo que exteriorizar. El tiempo está perruno, sólo vale para hacer deporte, así que de momento es lo que toca.
Ha parado de llover, o no, con escasos doce grados parece cualquier mañana de Noviembre; me conviene, son las condiciones perfectas de viento y bajas presiones para un culillo inquieto, así que cambio de tercio que me voy a poner el traje. Hoy por cierto lo tengo seco.
Cuando llevas muchos años dedicado a cualquier actividad necesitas más y más horas de entrenamiento para mejorar -o mantener- mínimamente el nivel, es difícil acostumbrarse a bajar peldaños mientras crees que hay margen de mejora pero unas veces la falta del tiempo necesario para ello y otras porque el físico no acompaña lo que debiera es un buen momento para cambiar de plan, en el que estoy exige cuatro horas diarias los siete días de la semana. Ya voy mayor para tanta tralla. ¿O no?.