Sí, lo admito, soy futbolero. Pocas veces le he dedicado unas letritas (El momento de los grandes, Jueves 8 Julio 2010) a tan apasionante deporte; supongo que al ser un tema tan generalista no he querido hablar de ello en este rincón, cada loco con su historia, pero esta vez, como aquella otra, la ocasión lo merece.
Cuentan las malas lenguas que mañana Xavi Hernández anunciará su adiós como jugador de élite. Para todos aquellos que hemos seguido su carrera desde que empezó -en un principio sólo por su talento-, quedará a partir de ahora un hueco sin cubrir en el campo y un motivo menos para ver fútbol. Palabras tan bonitas como solidaridad, creatividad, asociación, liderazgo o unión dejarán de existir dentro del real diccionario balompédico catalán-español-mundial. Un desastre para el medio (en todos los sentidos).
Del color que yo lo veo merece la pena recordar en un futuro a este tipo de deportistas porque hacen buenos a los demás, ejemplifican una postura en la vida, valor fundamental entre los chavales que crecen reflejándose en ellos y, algo poco dado en esta sociedad, son humildes de verdad.
La cabeza mejor amueblada del fútbol nos deja definitivamente para adentrarse en otra cultura a seguir sentando cátedra; parece creer (Xavi o el entorno) que ya no está para las grandes ligas. Conmigo jugaría siempre, incluso con tacatá; ya se encargaría él de que corrieran el balón y los demás.
Atentamente, un admirador