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martes, 1 de diciembre de 2015

Como una peli de vaqueradas

Mi abuelo, del que me acuerdo mogollón, se sentaba frente a la tele después de comer a ver el parte de las tres -como él llamaba al telediario- para así continuar siguiendo las noticias, con intención de actualizar las que escuchaba en la radio desde primera hora de la mañana o tal vez para apoyarse en un medio visual que corroborara lo que le narraba la ser. Después, con suerte, echaban una de John Wayne, cualquiera le valía pero mejor si era del oeste; cuantos más desiertos, forajidos, winchesters, pieles rojas y salones con bailarinas, mejor.

Aunque no haya rastro del señor Wayne, todavía conservamos parte de esa cultura americana. En mi casa celebramos Halloween y el Black Friday como si no hubiese mañana, la primera por la juerga, la segunda por la ropa, es un buen día para comprar a menor precio y dentro de campaña -esta frase es más de mi parienta-. Así vivimos nosotros, abonados a la importación yanqui en cuanto nos conviene, que para eso andamos finos, no nos perdemos una. Como éstos ejemplos, cincuenta mil.

Es curioso, por aspecto soy más indio que vaquero, más muyahidín que Navy, más Bob Marley que Johnny Cash. Incluso más tipo podemos que ciudadanos. Me alegro de ello, esa libertad en mi modo de pensar es la que no quiero perder a manos del fanatismo. Nada es más importante que vivir y dejar vivir. Incluso perdiendo.