Cuando comencé esta aventura me comprometí a seguir una línea marcada de antemano, para que la cosa no fuese un aquí vale todo me pase al lado contrario: pensé en una caja de cerillas y decidí meter sólo lo que cupiese ahí dentro. Hasta ahora no he cambiado de vehículo, lo que sí hice fue descuidarlo, últimamente ya no me apetece tanto sacarlo de paseo; siendo consciente de que era una de las condiciones esenciales de este pequeño viaje me parece una falta grave por mi parte que espero resolver pronto.
Bajo esta inactividad digital, vagancia virtual o dejadez megabytiana me encuentro, alejado de unos y ceros, aprovechando el tiempo en otras movidas, historias de las que ya no formará parte mi fiel amigo, compañero de tantas. A veces miro por el retrovisor creyendo que viene corriendo detrás, como lo hacía todos los días cuando dejábamos la playa, al salir de hacer deporte, y estiraba los últimos minutos de ejercicio antes de meterse en el coche. Se merecería un millón de frases pero no este un lugar para homenajes porque para eso estarán los recuerdos que permanecerán siempre.
Y la vida sigue en Marzo, tiempo de quizases, otra nueva primavera que quizá traiga un nuevo inquilino a casa, que quizá coincidan en armonioso quinteto madurez y serenidad con la aparición de tres potentes canas sobre la sien, quizá resulte algún viaje de placer a medio mirar, signifique quizá el comienzo de una nueva etapa vital y posiblemente sea un mes tan importante que quizá merezca la pena escribir sobre él.