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miércoles, 25 de agosto de 2010

Por tocar las pelotas

Recuerdo la foto de los representantes de las "grandes potencias" en Portugal: Bush, Blair y Aznar acompañados por el anfitrión Barroso -que salió indemne de la quema- en las Azores. En aquella reunión repartieron sonrisas y vino mientras decidían por un país -Iraq- utilizando argumentos de pacotilla. Puedo entender que después del atentado sufrido, el ánimo de venganza de los americanos se encuentre a flor de piel pero creo que debe estar centralizado a pie de pueblo. Los que toman decisiones de tanta magnitud no deben dejarse arrastrar por las masas.

En una tierra muy lejana convivían seres humanos que no tienen mucho que ver culturalmente hablando con nosotros. La tecnología no es la misma, el desarrollo no digamos; la forma de afrontar la vida nada que ver; idiosincrasia o relaciones de género antagónicas. Es como intentar hacer un equipo de primera división con material, jugadores y presupuesto de tercera regional. Misión imposible.

Pues nada, la decisión fue otra. Represión y caza al terrorista -ojo, claro, hay que proteger a los inocentes-, búsqueda de armas de destrucción masiva desde las montañas de Tora-Bora hasta alrededores de Alcobendas, creación de una cárcel aislada a miles de kilómetros de distancia para supuestos terroristas, despachado del país en quince días,... Hemos hecho a los talibanes una recreación de los protas de la peli de 300. Invencibles.

¿Y el pueblo?, ¿de qué lado estará?, ¿apoyará a los "conquistadores" o a sus vecinos de calle, los muyahidines?. ¿Es el gobierno actual de ese país elegido democráticamente o hay tongo?. A mí no me queda duda.

Que nadie piense que estoy de acuerdo con la represión a la mujer en esas culturas pero es una guerra que deben empezar las propias mujeres del país para mejorar sus condiciones de vida. La historia se crea a base de batallas que no tienen porque ser con armas de fuego. Nuestra aportación podría ir por ese lado y no por el de la testosterona de cuatro tontos.

El atentado ocurrido hoy en Afganistán contra dos guardiaciviles y un traductor españoles a manos de un chófer de confianza dejan bien a las claras que no se puede pretender solucionar un conflicto dejando personas inocentes como representantes de un país que ha entrado en otro invadiendo su modo de vida. ¿Qué consuelo le queda a sus familias?. Les dirán que cumplían con su deber. Un deber imbécil en este caso.