Recuerdo, como si fuese hoy, el dia que timbraste a casa de un amigo para preguntar por mí. Bajé en seguida pues te apreciaba tanto que no podía hacerte esperar.
Y allí estabas tú, con ese pantalón blanco que te sentaba espectacular; la verdad es que eras -eres- muy guapa. Tenías algo que confesarme, tu amiga, mi chica, me la había pegado con otro y, con esa nobleza que siempre te caracterizó, me lo dijiste de manera clara, serena y con cierta pena. Te respondí que daba igual, ya sabes como soy, que era su problema y que yo a otra cosa mariposa, que no iba a loquear por una tía así. Lo cierto es que quizá gracias a tí, a tu manera de ser, no me dolió tanto.
Desde ese día dejaste de ser una amiga para ser mi colega. A día de hoy eres parte de mi vida. Te quiero como si fueses mi hermana, tienes un corazón que no te cabe en el pecho.