El tipo que aquí golpea los deditos sobre el teclado con la intención de sacar alguna palabra junto a la siguiente y, lo que es más chungo, tengan coherencia entre sí parte de la base de que por mucho que uno/a crea en sí mismo/a depende de terceros para tener éxito en lo que se proponga. ¿A qué viene esto?, viene a lo que sigue.
Supongo yo que para conseguir las metas que te marcas hay que pelear por ello -insuficiente-, currártelo mucho -aprobao justillo- y tener ese punch necesario para que los demás crean en tí -notable alto-. Bien, cuando uno/a conoce las reglas del juego -es un don a conservar- puede utilizarlas en su propio beneficio o por el bien del grupo. Parece una decisión fácil pero es todo lo contrario, el rendimiento general implica un cierto grado de ostracismo, difícil de digerir, ingrato, continuo y desolador. Ante este panorama de reguralidad cabe poco espacio a la fantasía y, aunque es todo lo contrario a lo que soñamos, parece el camino más sincero para llegar a donde nos propongamos. El resto está por venir.
La verdadera intención de la entrada de hoy surge de una duda, aquella que actúa de trampolín para conocer quien creemos ser y quienes somos en realidad. Opino que los espejos mienten.