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martes, 20 de abril de 2010

En terreno farragoso

Vamos a ir haciendo amigos. Hoy toca asignatura de religión. Daremos un pequeño repaso para adentrarnos en materia y continuaremos analizando el concepto deidad y sus consecuencias más directas. Empezamos.


El ser humano, en cualquier cultura y desde la existencia de la humanidad como tal, ha supuesto que la mayoría de fenómenos digamos sobrenaturales provenían de algún ser supremo que sería el encargado de hacer actuar diversas fuerzas con resultados aleatorios, dependiendo en muchos casos de su estado de ánimo. Pongamos por ejemplo al iluminador de un teatro que dependiendo del botón que toque se enciende tal o cual luz y su figura permanece en la sombra actuando como ejecutador de la situación que se produzca en la obra. Pues supongo que algo parecido pensarían nuestros antepasados.


No voy adentrarme a valorar cada una de las religiones del mundo, entre otras cosas porque desconozco en profundidad cual es su base; de todas formas algo de experiencia tengo pues mi infancia escolar se desarrolló en un colegio de curas y la curiosidad adolescente me llevó a intentar aprender sobre qué se fundamentaban otras. Y siempre me preguntaba cual de ellas tenía la razón.


Frases como "es un castigo de dios!!" o "una manera de ponernos a prueba" me parecen espeluznantes sobre todo si las utiliza gente influyente. Intentar por ejemplo atribuir los desastres de Haití o Chile a un "castigo divino" y resultar "una dura prueba para que la humanidad reflexione" no me entra en la cabeza. O sea, un tipo de bata blanca, que vive en la azotea, no se deja ver y decide a su antojo que decisión tomar sobre todos nosotros sin consultarnos es peor que vivir bajo una dictadura. Independientemente de los valores que nos inculquen los siervos de dios, no creo que sea una manera creible de intentar convencernos, aunque en vista del porcentaje de creyentes que hay en España, no queda mucho espacio para la duda.


Parece ser que las personas somos, pues eso, mejores personas si nos dirigen desde el más allá. No habrá bastante con la educación -buena y mala- de los padres, educadores, responsables de toda índole (políticos, filósofos, economistas ...) que hay que lidiar también con el tema sacral. Aunque sea, en muchos casos, inversamente proporcional al libre pensamiento, es lo que nos va. Necesitamos un iluminador.


Abstenerse niñ@s de leer este artículo pues yo tampoco quiero ser influencia sobre vosotros, para eso está vuestra familia. Por ello también veo mal si una niña debe o no ponerse un velo para ir a clase. Si la familia, que en realidad es su educadora más directa y natural, considera que lo debe poner y la chavaliña no está en edad de tomar decisiones de esta índole pues se respeta y en paz. El resto es también un poco dictadura creo yo. La niña lleva el velo y punto, no hay que darle más vueltas. O no vemos por poner un ejemplo las fotografías de los sombreros que llevan las señoras al Gran National, horribles en muchos casos, pero respetables; o los uniformes de muchos organismos militares antiestéticos y poco manejables -si saliesen a hacer la guerra por ahí no duraban dos minutos-, que la comodidad tendría que ser su función principal. Pues así estamos.


Una defensa, he conocido personas muy creyentes con unos valores personales admirables y seguramente la religión haya forjado parte de esa personalidad. Habría que saber que tipo de filosofía de vida tendrían si no conociesen la religión. Igual se volverían cabroncetes :). Grandísimos Pintores como Miguel Angel, Rafael o Velazquez podrían haberse quedado en colegas de brocha gorda o Platón, Homero y Jesucristo camareros parlanchínes de la corte. Aunque, también podríamos hacer otro lote con los practicantes de domingo que se transforman en hijoputas los lunes. De todo hay.


Mañana más.