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martes, 23 de agosto de 2011

Cuando te leía

Hola, buenas noches, permítame dirigirme a usted sin ánimo de protagonismo, simplemente quiero explicarle cuatro cositas a dedicación completa, sin parafernalias que lo rodeen. Por encima de todo no quiero hacerle perder el tiempo así que voy a ir al grano.

Utilizando palabras que le relacionan, es usted un tocahuevos de pandereta. Lo tenía por más listo, no sé, quizá me estoy haciendo mayor y voy calando perfiles antes ignorados. Cuando una persona se cree capacitada para despachar a diestro y siniestro sin sentir remordimiento de conciencia suele ser un ignorante; entiendo que usted peca de ello, no pasa nada, el problema radica en cuanto cruza la barrera de la educación pretendiendo dar lecciones de conducta a gente con valores humanos muy por encima de lo que pueda imaginar. Es de primero de la ESO.

La agresividad con la que despacha algunos términos, palabras utilizadas como dardos venenosos en animales moribundos no hacen más que confirmar mis sospechas: por mucho que se haga el hombre, por muy valientes que parezcan sus frases, para mí, a día de hoy, es usted un cobarde. Y lo que es peor, creo que lo hace para demostrar: tomad chicos hoy regalito de una clase magistral gratuíta para que sepáis un poco más. Mañana le compramos un detalle, no se preocupe.

Sin embargo una duda me asalta, no puedo comprender como un hombre con su cultura, experiencia, tipo aventurero y de acción -así lo refleja en narrativa y curriculum- pierda el tiempo inventando historias que poco tienen que ver con la mentalidad de la gente que vive a pie de cancha, seres a los que se supone usted pertenece. Ya ve, hay piezas que no me encajan.