Cuando no sabemos de que hablar solemos a recurrir a tópicos para mantener la conversación. Hoy no sé sobre que escribir y voy a hablar del tiempo.
Nos voló la terraza de casa.Teníamos una especie de columnas de hierro hueco, galvanizado diría, que soportaban una estructura de enrejado y tela, con farolillos cada dos tubos y conexiones de electricidad y alumbrado por el interior de los mismos. Un viento loco de dos horas de duración tuvo la culpa, alcanzó rachas de 120 Km/h en la zona donde vivo y mandó todo al carajo. Horas de trabajo perdidas.
Es la segunda vez que nos ocurre. Cuando allá por Enero de 2008, el ciclón Klaus azotó nuestra costa, con vientos de hasta 190 Km/h, intenté aguantar la estructura de la terraza a pelo hasta que la muralla de ladrillo se contoneaba como el enrejado y creí que lo mejor era salir de allí no fuera que me pasase algo. Esta fue la primera de ellas.
Esta vez he decido no montar cierre, ni farolitos, ni conexiones. No pienso siquiera poner una planta. Tampoco una sombrilla; hace un año salió volando de la terraza, subió cuatro metros de tejado para acabar clavándose en el terreno de la vecina, que si la pilla fuera, la ensarta como un pincho moruno.