Compré unas gafas, aletas y tubo de estos que venden para los guiris en los toldos y nos fuimos para una cala de piedras cercana a Binibeca, un pueblo de la costa suroeste menorquina. Me coloqué los bártulos de buceo y me zambullí en el mar. A escasos dos metros de la orilla del cabo donde nos encontrábamos ya había unos veinte de profundidad, con una claridad y temperatura asombrosas. Los peces comían del arrecife a millares: sargos, doradas, emperadores, barracudas pequeñas, otros de colores que nunca había visto, medusas, pulpitos, ... Una gozada, un paraíso para un pescadito como yo.
Nunca había buceado en las baleares pero llevo unos días a saco. Me duele la cabeza de tanto compensar con tan mala técnica como la mía; como aguanto la respiración un poco pienso que puedo bajar metros alegremente y me está pasando un poco factura la verdad. Estoy encantado de todas formas esto es impresionante, el agua está a venticinco grados, limpísima y para un tío del Atlántico como yo no puede haber nada mejor. Vaya envidia que me da. Me queda el consuelo de las olas.
El mar aparte, Menorca es muy bonita. Nos encontramos alojados en Calafonts, Es Castell. Próximos a Mahón. Alquilamos un coche para recorrer la isla y merece la pena. Hay mucha libertad y tranquilidad, es un poco como nosotros. Se come mejor de lo que pensaba, mucho pescado y buenos arroces. Fuimos a una discoteca (Cova en Xoroi) incrustada en un acantilado con varias salas metidas en cuevas que merece la pena visitar. Me parece raro que la peña no se tire al mar desde las vallas cuando se pone rascada, hay una altura considerable y te puedes dar un toñazo tela por hacer el gallito. No tuve la suerte de ver a nadie caer.