Mientras preparo un guisito de carne para mi cuerpo, muy necesitado habitualmente de aporte calórico, recuerdo los días que hace que no escribo y lo bien que lo he pasado. Aparte de que las condiciones para deportear son ideales me siento muy bien en todos los sentidos, físicamente y mentalmente estoy en un momento bueno, habrá que aprovecharlo.
En la cocina soy feliz, independientemente del grado de experiencia y conocimiento que pueda tener un panchito como yo me siento cómodo formando piña junto a las herramientas culinarias, hay mucho donde elegir a la hora de preparar un plato, las combinaciones son infinitas por muy poco que gastemos en comida, es una afición interesante; pena me da no disponer de más tiempo para investigar y aprender. Tengo la fortuna de tener un espacio adecuado para ello, mi cocina es cuadrada, amplia, fue una de las principales razones que me hizo venir a vivir aquí y a día de hoy -seis años después- sigo pensando lo mismo. Hay que valorarlo como se merece, a poco más podría optar con mi salario de obrero.
Supongo que a medida que vamos creciendo menos lugar queda para los sueños; ese habitáculo cerebral nuevamente disponible se va rellenando con otros pensamientos que quizá no sean tan alegres como los anteriores. Para evitar caer en las garras de la frustración, sentimiento que no me gusta nada, conozco un método que suele funcionar la mayoría de las veces, es la técnica de la hormiguita, esforzarse con el objetivo de lograr algo el día de mañana, ese algo que luego se convierte en pequeña meta y principio fundamental del bienestar personal.
Como veo que estoy entrando en un momento filosófico lo voy a dejar aquí, esto no es un cursillo de autoestima, sólo quería reflejar un momento bueno.