Buscar

sábado, 26 de mayo de 2012

Raiomení bipuá

El festival de Eurovisión es una asociación de países subdividida en zonas comunes que hacen piña para votar a la canción más comercial de entre sus étnicamente semejantes. España, desde que Eurovisión es un cúmulo de rivalidades raciales, como en el deporte, la lleva clara. Los países latinos, que son de los pocos que no se asocian, tienen poco que rascar en este festival, ya fueron tiempos en que ganaban italianos, franceses o massieles. A los ingleses les pasa lo mismo, están ahí, en una isla, poco apoyo les queda por proximidad geográfica, este año Engelbert Humperdinck, representante anglosajón, tuvo unos míseros tres puntos.


An fainali, suiden, tuelf poins...ganó Suecia, una canción tirando a original y con una intérprete que aunque cantaba decentemente no coordinaba bien los movimientos espasmódicos de la coreografía, un tanto chapucera; es una opinión personal no se me enfade nadie. Por cierto, cantar, con mayúsculas, lo hizo nuestra representante, era imposible cantar mejor esa canción, setenta puntos los sacó ella sola, daba igual lo que interpretase.

En resumen, para mi gusto, un fiasco de festival, la primera de mercadillo, las segundas -abuelas rusas- se equivocaron de programa -iban para Tú si que Vales con el Chiquilicuatre-, el tercero, como tocaba cincuenta instrumentos -de boquita, allí no tocó ninguno- había que premiarlo por musicazo o farolero, según se mire. Comentando la jugada, sempiterno, como siempre, el señor Uribarri, menos pitoniso que otros años por cierto.