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jueves, 14 de junio de 2012

Ahora estará durmiendo

Tendrá unos diez años, supongo que el año pasado hizo la primera comunión y quizá pronto dejará la mochila y el chandal para sustituirlos por una bandolera y pantalón vaquero ceñido porque así parecerá más chica. Su abuela la recoge todavía cuando llega del autobus. La parada está en plena carretera comarcal, la vía pica hacia arriba unos ocho grados de media en la dirección que lleva el autocar, éste señaliza a la derecha y orilla, no cabe en el arcén, la mitad izquierda del bus rebasa la línea delimitadora; se detiene, en la orilla contraria dos señoras esperan a que sus nietas bajen. Se abren las puertas traseras.

Son las cuatro menos dieciséis minutos de la tarde y salgo pitando de hacer deporte a medio vestir porque a las cuatro entro a trabajar de nuevo, dieciséis Kilómetros de carretera hasta mi destino, no creo que llegue a fichar en punto....nada nuevo. Después de subir la colina, la vía pica hacia abajo unos ocho grados de media, afronto una recta descendente entre guardarrailes e hileras de eucaliptos, tengo paso libre hasta un autocar que está haciendo parada en dirección contraria, no parece haber problema para acelerar pero dos mujeres enfrente me hacen suponer que esperan un transporte escolar. Gracias a un pequeño recurso llamado prudencia que de momento no tengo muy desarrollado pero que suelo usarlo con menores, desaceleré hasta más o menos treinta kilómetros por hora -tramo limitado a noventa- antes de llegar a la altura del transporte. Desgraciadamente una de las niñas arrancó por detrás del bus, corriendo nerviosa hacia su abuela, cruzando la vía sin mirar justo cuando yo pasaba; sin visibilidad por ambas partes frené a tiempo gracias a la deceleración previa, de no ser así la niña acabaría estampándose contra la parte delantera de la furgo y creo que habría una desgracia. Bajé la ventanilla del copiloto y con voz asustada grité: ¡¡No lo vuelvas a hacer nunca!!. Su abuela supongo que también lo hizo, visto como quedaba zarandeándola cuando miré por el retrovisor.

Continué dirección al trabajo recorriendo los catorce kilómetros que todavía me quedaban pensando en lo aleatorio del azar. Pasadas las doce de la noche sigo pensando en ello. Ella ahora estará durmiendo, hoy madruga para volver al cole.