Buscar

jueves, 8 de diciembre de 2011

Manda Morfeo

Mecachis, cuando me parece que estoy controlando un sueño siempre se me escapa, en el momento importante, zás, vuelta a la realidad. Definitivamente, en mi yo onírico, soy un tío insatisfecho.

Estaba en clase, era bastante pequeño, sobre unos diez años le calculo a plena consciencia, llevaba un pantalón de pana en color burdeos y un jersey crudo de punto liso, el pelo fosco y la misma cara que recuerdo de mis fotos a esa edad. Sentado en un pupitre de cajón sin cajón, en el hueco en vez de libros una bolsa de caramelos. A diferencia de mi -supuesto- yo real, en el sueño me sentía extremadamente tímido, no encontraba el momento para expresarle a mis compañeros que hoy era mi cumpleaños, lo feliz que me sentía y lo mucho que me apetecía compartir las chuches que guardaba. Tanta pasión le debía estar poniendo al asunto que conscientemente atrapé los hilos de la historia y le dije a mi mismo que levantara la mano y sonriera, que el resto ya vendría solo. Ahí se rompió la magia. El ruido de fondo que no me dejaba reenganchar era la televisión de la salita, con la sopa de letras de los nombres de mujer que empiezan con c y la presentadora animándome a que llamara. Las tres de la mañana y yo aquí tirado en el sofá pasando una fase rem.