Detallitos de última hora ocupan parte de mis ratos libres, siempre hay algo que hacer y ya me gustaría tener más tiempo, ganas, ideas y herramientas para la casa que compartimos con el banco.
No juego a la lotería, no cuento con que me vaya tocar y además es una ilusión con la que no suelo compartir mi personalidad. Puestos a soñar soy más de otro tipo de felicidades, relacionadas sobre todo con experiencias vitales; no sé si quiero explicarme mejor o es que me cuesta hacerlo de una manera simple, lo dejo aquí, venía realmente a comentar la importancia de la creatividad en las cosas del día a día. Cuando no hay presupuestos atrayentes, o la necesidad aprieta, el ingenio se agudiza y esto para mí es fundamental como actitud al levantarse de la cama, me refiero al hecho de la necesidad en sí misma. No soy quien para aconsejar valores pero los niños de hoy en día, en general, tienden a la vagancia por la facilidad con la que consiguen lo que se proponen, a la larga son los que pagarán nuestras pírricas futuras jubilaciones. Si los de mi generación ya cotizamos poco para nuestros mayores imaginemos lo que puede suceder cuando nosotros seamos viejos, no nos va a llegar ni para el alquiler de oxígeno natural en nuestras viviendas y habrá que tirar de mascarilla y pastillitas proteínicas de dieta media para llegar a fin de mes.
Entre los regalos que habría que incluir en la selección de trapalladas que piden los chavalines a los duendes de las fiestas navideñas tendría que aparecer un buzo de trabajo unisex con kit de limpieza incluído, reutilizable en las tareas de mantenimiento de todos los regalos que reciben, y además clases particulares para que lo hagan con cariño porque lo que sembremos hoy dará sus frutos el día de mañana: ayudará a que esos niños consigan alcanzar sus sueños. Bueno, voy a dejarlo aquí que cuanto más escribo más se parece esto a un manifiesto moral (y de los malos).