Comentaba hace pocos días -quizá más porque este mes estoy vagonetas con las letras- algún rasgo del carácter de mi perro. Ayer estuve viendo al Encantador de perros en la televisión, está de gira por España y casualmente en el episodio que emitieron a la noche aparecía un cocker spaniel color canela, problemático -por definirlo de alguna manera- como el mío.
Dedicado en su totalidad al chucho del que hablo -hora y pico de programa- permanecí atento a todo: comportamiento, educación, entrenamiento, movimientos, ... Se parecía tanto al que vive conmigo que viéndolo actuar sabía lo que haría después. Pocas veces acerté tanto en nada.
Me tranquilizó conocer la opinión de los expertos, o mucho me equivoco o no lo hago tan mal; el perro me respeta como su dueño que soy pero siempre intento darle la libertad necesaria para canalizar su energía. Al ser un perro acuático viene a la playa porque sé lo mucho que le gusta, se baña en el mar unas tres veces a la semana, los adiestradores de la tele lo consideraban básico también. Quizá cometo el error de transmitirle mi hiperactividad que es algo con lo que no contaba, está bien saberlo aunque el perro tenga ya nueve años. De lo demás nos las vamos apañando entre él y yo, tampoco soy un santo para ser sincero y hay que aguantar mis manías: no te quiero arriba, baja de ahí, cachete, para fuera, castigado a la caseta y un sinfin de historias más. Amigo mío.