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jueves, 26 de enero de 2012

Enero sale corriendo

España no deja de ser una isla agarrada por los pelos al continente, una mano francesa la sujeta fuertemente no se sabe si con saña o como método de salvamento, habrá que preguntale a ellos. En esta península el tiempo es cambiante en los últimos años, siglos atrás ya ocurriria lo mismo pero a cámara lenta. Tantos gases liberados a la atmósfera tienen que repercutir en el ciclo estacional y lo que antes sucedía en cientos de años de rotaciones y traslaciones ahora bastan meses; la tierra, al igual que nosotros, se va adaptando a este contaminado ambiente: acné, hipertrofia, sudoraciones y estados de ánimo cambiantes son reacciones secundarias del sistema inmunológico.

En mi pueblo ya no llueve lo que llovía. Afortunadamente para unos y no tanto para otros los eternos meses de agua dios dar -frase de abuela materna- forman parte del pasado. Según estudios recientes donde antes caía a chuzos ahora escampa en un riau; las borrascas penetran más que entonces y chopetea en tierras áridas; los bosques caducifolios ya no saben cuando tirar la hoja y las cigüeñas regresan casi antes que los Reyes Magos; especies tropicales se asientan en Monforte de Lemos y nacen percebes en las piedras del espigón de la Barceloneta; el anticiclón de las azores es ahora el de Madeira y borrascas que penetraban en el mar del Norte designan nueva ruta hacia los coffee-shops de Amsterdam retroalimentándose de cierta turbia niebla acogedora.

Enero ha pasado volando, bastante más rápido que escribir esta entrada, es la primera vez que lo hago desde un móvil y no se me da bien; interrumpí la conexión unas cinco veces -sin haber guardado los cambios- por mi torpeza de pulgares, los tengo mal entrenados.