Regalarle algo a un niño es complicado, sobre todo si se trata de un juguete. Afortunadamente, a los que les compro por estas fechas están sobrados y si fuera por mí los llevaría a entregar antes todos los que ya no utilizan, donando medios a aquellos que no tienen, porque a los chavales de hoy no les gusta compartir lo suyo y como ejercicio educativo no estaría mal. El problema de los míos se basa en que aún creen en los Reyes Magos de Oriente, y tampoco tendría una respuesta coherente cuando me preguntaran si sus majestades no iban también a visitar a esos niños poco agraciados de los que les hablaría, al igual que lo hacen todos los años en nuestras viviendas, así ya podrían ser felices con juguetes como los nuestros sin tener que darles nada.
Hoy comí con mi ahijado en su casa, estuvimos jugando con una grúa de mando a distancia que emula a las de la construcción, con forma de T y motor para elevar mercancías, la barra horizontal gira 360º y la cabina se desplaza hacia adelante o atrás según la operación lo requiera. A juego con la grúa le regalaron una excavadora -con mando a distancia igualmente- y una plataforma portamateriales. Todo a tamaño descomunal para su edad. También una guitarra eléctrica con amplificador para que vaya aprendiendo a tocar rocanrol -el niño hace cuatro años en Febrero- y una larga lista de muñecos con artilugios diversos además de los que ya tiene de sus tres años anteriores. Mi pregunta es ¿qué le puedo comprar al chaval?, soy su padrino, ¿algo de ropa?, eso no se lo pidió a los Reyes, ¿un libro?, ¿un puzzle?, ¿un disfraz?, ¿unos caramelos?, ... Vaya marrón. Y en Febrero viene su cumple.