Hay peña extraña, no son seres humanos, se identifican más con los escarabajos de la patata. De manera sorprendente estropean un día perfecto, hacen bueno el refrán de que es mejor estar solo que mal acompañado. Bueno, voy al lío.
Tengo por costumbre escapar de la gente aprovechada, aquella que siempre resta pero cree que aporta mucho y bien, destacando por estar en todos los saraos aún teniendo menos iniciativa que un koala jugando a polis y cacos. Gente que recoge el fruto pero nunca ha estado en una siembra, que se esconden hasta que llega la foto del triunfo y ahí emergen para salir los primeros. Chupasangres sanguijelas con menos talento que un tuareg comiendo percebes pero que captan a la primera el error ajeno no sin antes pasar por alto dos millones de virtudes invisibles a sus mal entrenados ojos. Suelen destacar por un esfuerzo elevado a la mínima expresión y una extraordinaria capacidad para desmontar cualidades ajenas que ensombrezcan su propia figura. Aún así se creen imprescindibles para que el resto de seres humanos dispongamos de aire para respirar. Sustancias tóxicas del color que yo lo veo y totalmente incompatibles con mi forma de ser.
Atentos/as a la jugada, uno es dado a echar una mano sin pedir nada a cambio, lo considero fundamental en la vida, defecto del animal que le vamos a hacer; pues bien, por esa regla de tres tampoco me gusta aceptar las sobras intencionadas, como si con ello estuviese saldada una deuda que nunca ha existido por mi parte y suponga encima otro trato de favor sin que el benefactor haya hecho los deberes en ninguna de las colaboraciones anteriores. Esas limosnas no se le dan a nadie amigo/a mío/a.