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miércoles, 25 de abril de 2012

Oda a la tierra

Eran las tres de la mañana cuando escuché el viento huracanado meneando los eucaliptos. Soplaba duro, le calculo que a unos cien Kilómetros por hora, del suroeste, porque entre los silbidos podía percibir el rugir de las olas acercándose a la orilla, orientada en esa dirección con respecto a mi casa, maravillosamente amplificado de manera natural por el embudo de las montañas en esta costa que casi nos rodea.

Hay lugares en los que se pueden apreciar las fuerzas de la naturaleza en todo su esplendor, este es uno de ellos. Un privilegio poder disfrutar del espectáculo, más aún formar parte de él aunque sea con el máximo respeto y pleitesía. Ante tamaña grandiosidad uno se siente muy pequeño.