Abril está aquí, este año para mí será distinto; una duda me asalta, me corroe por dentro, no me deja dormir... Estoy planteándome ingresar en el bando metrosexual.
Nunca pensé que ocurriría esto; lo de hacerse la cera lo asociaba a temas femeninos, y la fotodepilación para casos extremos unisex; como no tengo pelo en pecho me quedaba lejísimos cualquier técnica que pudiera desvirgarme. Este verano pareceré raro si me paseo en bañador con las piernas al natural, la mayoría de los tíos las llevarán suaves como el culito de un bebé. Tremendo dilema.
Aplicando la lógica, en pocos años, las reuniones de cosméticos y venta por catálogo de joyas se harán en casa de Roberto, no en la de Manoli como antiguamente se hacían, y acudirán hombres a tomar café y comprobar el producto con demostración incluida. Las chicas, mientras tanto, pasarán la tarde en el bar, tomando birras y eructando con las colegas mientras enseñan, camiseta de tirantes incluida, los tatus y las axilas sin depilar.
Tengo un mes para pensármelo. O caigo en las garras del progreso estético o bien mantengo virilmente la poca testosterona que traía de serie. Es que, igual, en poco tiempo, lo normal será falsear la voz para hacerla más aguda, que suene dulce, acentuando las eses con silbidos y finalizar las frases con un jodó.
Y yo que me creía progresista, que engañado me tenía.