Casi todos los materiales se pueden imitar a la perfección, si hay presupuesto y beneficio se consiguen cosas alucinantes. La duda ya no está en saber distinguirlos sino en quien es más artista, si el que lo comerció en origen o el que consigue hacerlo tan parecido por cuatro perras. Con las creaciones originales pasa un poco de lo mismo, el autor, más que ofendido, debería sentirse orgulloso de ser imitado, lo cual también implica que ya habrá sacado suficiente tajada con el negocio y estimulará el ingenio con futuras invenciones.
En esta época de escasez de clase media -persona independiente con trabajo estable de aproximadamente mil trescientos euros al mes- cuesta lo suyo saber a lo que puedes optar y en que mercado te mueves. ¿Comprar un piso?, ¿un coche equipado?, ¿ropa todos los meses?, ¿Actimel por la mañana?, ¿un reloj de maquinaria suiza?, ¿salir de fiesta?, ¿ir a la peluquería?. Mucha gente no lo tiene claro, es normal, la propia publicidad se encarga de alimentar esa duda.