Practicar deporte hasta las doce y pico de la noche te deja en un estado de alteración bajo el que cuesta conciliar el sueño, todos los martes a las diez voy a jugar una partida de fútbol7 que gracias al delegado del campo prolongamos hasta las tantas sin pagar más alquiler que la hora reglamentaria. Hoy el ambiente estaba caldeado y dos colegas de pachanga casi acaban dándose de cabezazos, la verdad es que desde mi perspectiva no tenía ningún sentido la refriega pero a juzgar por la opinión de mis compañeros debo estar equivocado, no sé, es que yo casi le daba la razón al que menos se la daban aunque nunca lo demostré en público porque más amigo era el que se sentía ofendido. Me tocó hacer de mediador o igual lo quise así por creer en mis cualidades como apagafuegos, a decir verdad cuando dos personas discuten en plan gallitos de pelea lo mejor es que se den un par de ostias que a fin de cuentas se van a separar ellos mismos, lo intuyo por experiencia. Si uno se fija, en la mayoría de peleas suele ocurrir mayor desgracia cuando hay melé porque esto hace que nos envalentonemos ante la confusión del momento. Valientes de primera fila hay muy pocos o eso creo yo, la mayoría agreden cuando hay superioridad manifiesta.
Al final nada ocurrió, cuatro insultos, dos empujones, alguna frase territorial y poco más, como siempre. Lo que no tengo tan claro es que después de todo esto les queden ganas a los dos de seguir jugando para la semana. Como los matrimonios, cuando se pierde el respeto, finaliza un ciclo.
Hablando de otra historia, creo que lo mismo valgo para un roto que para un descosido, me explico, no soy bueno en nada pero pongo interés en todo lo que hago, eso a la larga te da una perspectiva multimedia bastante útil en estos tiempos: no suelo ahogarme en un vaso de agua y cuando percibo a mi alrededor un ambiente hostil creo que me crezco en lugar de hundirme. Espero haber reaccionado con humildad e imparcialidad en nuestra discusión de ayer por el bien de los dos.