En el lugar donde vivo se celebran las fiestas del patrón el fin de semana posterior a la festividad de San Juan, santo que da nombre a la parroquia. Es un momento especial para los vecinos pero sobre todo para mi perro que sufre de pirotecnifobia o cual sea el nombre técnico del que sufre un pavor desmesurado al ruido ocasionado por los fuegos artificiales al estallar.
Escubi es un cocker spaniel color canela, tiene nueve años y es hiperactivo, defecto -o virtud- potenciada por el caracter de su dueño que soy yo, inquieto de igual manera. Hace dos años, por estas mismas fechas y motivo parecido, se escapó y tardamos dos días en encontrarlo. El miedo al ruido lo hace correr de manera desorientada pero cuando deja de afectarle ha hecho varios kilómetros y no sabe volver a casa.
Después de buscarlo durante horas lo dejamos para el día siguiente en que llamamos a la protectora y la policía local a ver si alguien había dado aviso. Por suerte lo localizaron en el cobertizo de una casa en la que había pasado la noche refugiado, a unos cuatro mil metros y siete caminos de la mía. El perro tiene buena estrella.