Por la zona donde vivo abundan los animales de bosque, hoy por la mañana sin ir más lejos saltaron delante de mi furgo dos gamos que, si no me falla la memoria porque iba para el trabajo e igual medio dormido, no llegaron a tocar la carretera que tendrá unos cinco metros de anchura. Ayer por la noche tres jabalís paseaban por la calzada sin mucha intención de apartarse aún haciéndoles luces y acercándome hasta casi rascarles el rabo. A pocos metros de mi casa hay una señal de tráfico que indica paso de anfibios -sí, como las de vacas o ciervos- que da una idea de la cantidad de ranas, salamandras, largartillos y demás amiguitos húmedos que circulan por aquí. Cuando empecé a vivir en este sitio no contaba con tanto ilustre vecino, sabía que la situación geográfica era propicia para avistar animales pero no su variedad. Estoy encantado, cuando sea más tranquilo dedicaré un tiempo a descubrir el bosque de forma consciente, es algo que me atrae.
De entre los bichos del lugar el que más me gusta es el puercoespín, habitante patanegra por ser respetado por todos, bueno, por todos no, los coches son los únicos elementos discordantes en su tranquilo caminar, carreteras que cruzan sus senderos entre eucaliptos, pinos, salgueiros, robles, helechos, zarzas y tojos. Contra la velocidad de sus ruedas no hay defensa posible y hoy he tenido la desgracia de atropellar a uno que no contaba conmigo -ni yo con él-. Añado en mi lista negra de secesos a este buscavidas de cámara lenta; antes sucedió con tres gatos, un perro, algún conejo, pájaros varios y reptantes de diversa índole. Todos sin premeditación claro está.