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lunes, 18 de julio de 2011

Perfiles

Cuando te levantas por la mañana antes de ir a trabajar y miras deslumbrado hacia la ventana para comprobar que día hace, normalmente la cara refleja un estado de ánimo inversamente proporcional a la cantidad de nubes que pululan en el cielo. Hoy, a las ocho de la mañana de un dieciocho de Julio, parecía el veintiocho de Diciembre, día de los Santos Inocentes: niebla densa con lluvia fina pero abundante, temperatura de unos ocho grados centígrados y viento del suroeste de aproximadamente treinta kilómetros por hora. Visibilidad escasa.

Una mueca divertida asomó en mi cara una vez abrí la puerta de la habitación esta mañana; pensé que con este día tan feo poca gente puede haber en el agua. Afortunadamente, las condiciones climatológicas perfectas para mí suelen coíncidir con las de una minoría.

Tener planes para el mediodía es una buena forma de motivarse al ir a trabajar a primera hora, espabilas antes. Hoy, sin ir más lejos, no había mucha diferencia entre lo que imaginaba y la realidad, incluso he repetido sesión a última hora. Un amigo, que miraba sorprendido la velocidad a la que me cambiaba de ropa, no lo veía tan claro pero se animó: hora y media después una amplia sonrisa iluminaba su rostro, gesto que ya he visto otras veces en momentos parecidos, incluso en mí mismo. Es lo que tiene este deporte.