Llevo tres días a pie de cancha; medio lisiado, con precaución, a cámara lenta, limitado pero feliz. Cada sesión es un triunfo; del color que yo lo veo vale más esta sensación de incapacidad para ciertas maniobras que la frustración que me invade cuando quedo fuera. Mis colegas se ríen de mí, dicen que voy tieso como un palo, je je, cabroncetes.
Hoy he quedado para comer con mi ahijado, le prometí ayer que pasaría por su casa y jugaríamos. A esa hora del día y después de la semana soleada que llevamos me apetecía bien poco ir y preferí practicar un poco de deporte; esta manera de ser me discapacita para tener hijos, igual olvidaría recogerlos a la salida del colegio y esperarían por su papá hasta que les nacieran telarañas en el hueco dejado por la postura permanente de brazos en jarra. Es lo que hay, por mucho que quiera a mis sobrinos los dejo abandonados -es un decir- por hora y media deportiva. Tengo una frase interior para sentirme mejor: cuando hay que estar estoy siempre, cuando es indiferente nunca estoy; sirve también para el resto de historias del día a día y como último recurso cuando se trata de dar explicaciones a quien las merece.
Conversación telefónica a las catorce y diez:
- Hola mamá, al final no voy a comer -ya había avisado de tal probabilidad una hora antes-, dile al niño que se ponga.
- ¿Siii?
- Hola pequeño, me dijo abuela que ya habías comido. Por la tarde, cuando salga de trabajar, voy a verte y jugamos un ratito antes de cenar. ¿Mañana tienes cole no?.
- Siii, ¿me vas a contar un cuento?.
- Claro, te voy a contar dos, ya te lo dije ayer; y vamos a pescar un pulpo en la bañera.
- Vaaale.
- Luego te veo, chao pequeñuelo.
Por supuesto ahora vengo de allí. Mañana le preguntaré el nombre del enano saltarín (Rumpelstinsky).
En fin, a otra cosa, ya tengo agua corriente desde hace unos días. Comentaba en otra entrada que hay que presionar cuando es necesario, la experiencia demuestra que así se consiguen los objetivos por mucho que me empeño en aplicar la teoría contraria. Parece ser que si uno/a discute con rotundidad y argumentos firmes casi siempre se alcanzan las metas, somos animales sumisos en la mayoría de los casos. Desgraciadamente ocurre en todos los campos, valiendo para ello es la opción más directa y resolutiva. Doy fe aunque no quiera.