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domingo, 26 de febrero de 2012

Tres guiones a las veinte cuarenta y cinco

-Los cuatro pilares sobre los que se sustenta la mayoría del personal -lo dicen los horóscopos no yo- son salud, trabajo, dinero y amor. Hay gente que no tiene ninguno de los cuatro y sonríe todos los días más como una forma de rebelarse ante tamaña desgracia que por tomarse la vida a la ligera. Ayer no me atreví a darle limosna a un hombre que paseaba con un atrillo cerca de mi casa; si tuviera que describirlo diría que parecía José Sacritán en la peli Cara de Acelga, sé que llamó a la puerta de los vecinos y algo les pidió. A mí no me dijo nada y continuó su camino. Yo, que marchaba con el coche en ese momento, guardé una moneda de dos euros en el bolsillo, hice la maniobra necesaria para salir en la dirección del caminante con la intención de parar a su vera y darle la moneda; como parecía eso, limosna, no se la dí. Hoy que lo recuerdo, me arrepiento de no haberlo hecho.

-Volviendo al horóscopo, concretamente a un pilar de los que comentaba antes, no voy a decir cual pero tengo diez años o más de experiencia en cierto asunto como para poder establecer un diagnóstico imparcial. El torpe soy yo, lo reconozco, no estoy capacitado para negociar en esos términos, creo que no hay solución posible a estas alturas del juego, escojo mantener el orgullo intacto. Nada más que añadir, sólo decir que si el zapato no entra con comodidad paso de usar calzador, prefiero andar descalzo.

-A otra historia, más controlable si cabe, este sábado por la noche salí disfrazado con los colegas. Al lugar al que solemos ir celebran el día grande una semana más tarde. Un imbécil con camiseta sin mangas y puesto hasta las cejas llevaba media hora tocándonos los huevos en el pub hasta que uno de los que iba conmigo lo agarró por el brazo y le dijo al oído que se fuera con él para fuera, que se iban a partir la boca, el hinchado de pecho accedió pero nada más pisar aire libre reculó y escapó para dentro del local, no volvimos a saber nada de él. Seguro que mi amigo lo fue agarrando por el bíceps con saña hasta fuera y el tipo se dio cuenta de que no iba a andarse con miramientos en la calle. Pasito para atrás y pies para que os quiero. Lo dicho, un imbécil que llevaba horas molestando al personal y le hacía falta un toque de atención. Hala, a molestar a tu puta casa.