A las tres de la tarde tengo la esperada resonancia, dispongo del tiempo justo para tomar un café y escribir esta entrada. Llevo un par de semanas bastante bien y, aunque todavía me duele el hombro en momentos de reposo, no me entero de él la mayor parte del día. Ahora viene lo importante, saber si estas técnicas de recuperación que empleo son positivas o no. La máquina tiene la última palabra.
...ocho horas más tarde...recordando el día...
Cuarenta y cinco minutos de niveles decibélicos extraordinarios y casi me duermo en la cabina, creo que ya lo conté en otra ocasión, intento establecer un compás con los ruiditos que salen del aparato y sumo el total al finalizar cada fragmento, es una forma de evadirme y relajarme. Mentiría si dijese que lo logro sin esfuerzo, no me extraña que haya gente que, agobiada por la situación, pulse la pera. Bueno, a lo que iba, el técnico no me ha dado pistas y tengo que esperar a la cita con el traumatólogo aunque, en principio, cuenta ya con operarme.
...minutos después...recordando momentos...
Me acuerdo de tí muchas veces, ¡cómo olvidar esa amplia sonrisa!, tus ojos siempre brillaban, y aquel incisivo haciendo ángulo de 45 grados te daba mayor atractivo si cabe porque guapo eras un rato. Nos dejaste con veintiséis, cada vez que veo la cruz encaramada en lo alto de la roca sé que estás ahí, sonriente, como siempre disfrutaste, a plena libertad. A los que aquí seguimos, a tus pies, dándole caña, nos queda tu símbolo; eres el encargado de hacer que nos sintamos acompañados cuando no hay nadie más.