Es impagable estar a pie de cancha. Cuando uno forma parte del circo de gladiadores no concibe otra forma de vida.
Tener los pies de nuevo sobre la arena es buena señal, sobre todo cuando se sale de una lesión o por lo menos se cree haber salido. Quiero pensar que las cosas van a ser como antes aunque llevará tiempo olvidarme de las cinco luxaciones anteriores y sobre todo de la manera -tan concreta- en que se producen. Una cosa es confiar en uno mismo pero otra muy distinta es intentar abarcar por encima de nuestras posibilidades; quizá la fina linea que delimita un sentimiento u otro está entre mis favoritas por eso hoy actúo con prudencia, virtud que tengo muy poco desarrollada pero que tiene tendencia al alza con el paso de los años.
Estos días he practicado un poco con mi compañero de fatigas, una cosa suave sin forzar. Pasar los mediodías de Octubre con este tiempo impresionante es una felicidad, lo comentábamos él y yo mientras deporteábamos tan alegremente en uno de nuestros lugares favoritos. Cuando pasa el verano mucha gente abandona el tema y quedamos menos, y en este caso menos es más.
A otra cosa, como sigo trabajando en casa no tengo demasiado tiempo libre, no es una excusa como tal, lo digo porque me prometí a mi mismo dedicar más tiempo a la lectura y no lo estoy cumpliendo. Supongo que al escribirlo aquí me hará sentirme obligado a ello, como si fuera un recordatorio firmado de puño y letra.