Aquí estoy, con los síntomas típicos del virus: escalofríos, fiebre, moquera, dolor de cabeza y garganta. Tirado en cama con los huesos molidos y sin ir a trabajar. Ayer por la tarde flotaba un poco y ya tenía ganas de tumbarme, por la noche se confirmaron los pronósticos.
Aprovechando que tengo algo de apetito me puse a desayunar mientras escribo estas líneas más como evasión que por apetecerme hacer algo que no sea dormir. Estoy pensando que hacía unos cuatro años que no me noqueaba de esta forma, como para tener que echarme en cama. Hay momentos que no somos más que un trapito.
Tengo los pies fríos como un pollo del mercado, evito ponerlos en el suelo haciendo un gesto de tobillos que me cuesta un esfuerzo en este estado. La cuchara del desayuno pesa hoy más que nunca, no me apetece girar los ojos para mirar que hace el perro con la pelota, estoy apagado y sin motivación; hay que ver como cambia la mentalidad dependiendo de la salud de la que disfrutemos. Una forma de pasar el puente del Pilar, sin presiones, tumbadito y relajado aunque no por devoción sino por obligación.