Buscar

martes, 7 de septiembre de 2010

Coleccionistas de Edelweiss

Nunca entenderé a la gente que se dedica a capturar especies protegidas y se jacta de ello con los amigotes, enseñándoles tal y cual trofeo que costó un mar de sufrimiento, un calvario conseguirlos, y lo que es peor, los hace sentirse aguerridos y especiales, hipermotivados sobremanera por las caras de admiración de su plebe.


Hay dos símbolos del lujo que creo están muy sobrevalorados: las pieles y las joyas. Sacrificar animales con el único fin de aprovechar su piel para fabricar prendas y complementos es un atraso en estos tiempos. Hay formas sintéticas alternativas que abrigan lo suyo y dan el pego con facilidad como para considerar necesario esquilmar seres vivos. Existen artículos de bisutería que es necesario llevar a un experto gemólogo para conocer su materia prima mientras en Sierra Leona y países del estilo se enfrentan de manera sangrienta, en continúa guerra, por unas cuantas piedras, sin contar la de gente que muere en las profundidades del planeta, alentados por cuatro hijoputas negreros con rifle y bolsa de monedas.


Echaron en la tele uno de esos programas en los que realizan un seguimiento a diferentes grupos urbanos. Una pareja de ricos -tendrían unos veinticinco años- se encontraban desplazándose en limoussine por una ciudad A. Estaban de aniversario de boda y el marido, a modo de regalo, invitaba a su mujer a desplazarse hasta la joyería Cartier para que escogiese la joya que le viniese en gana. La chavala estaba terriblemente emocionada por la noticia y le decía a su marido que no había nada en el mundo que la pudiese hacer más feliz que ese regalo. Se querían muuucho, muuucho, decían después del detalle.


Hay que ver, resulta que la felicidad se logra comprándole a tu pariente/a una piedra tallada o un pellejo. Mañana esculpiré un canto rodado a ver que dice mi novia, seguro que disfrutamos mirando la piedra un par de meses y nos querremos taaanto, taaanto.