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sábado, 25 de septiembre de 2010

Construyendo una guardería

Hay algo que me preocupa y voy a intentar explicar como me siento. La verdad es que no había reparado en ello hasta hace poco. La gota que colma el vaso se produce esta semana y ello me lleva a plantearme ciertos aspectos de la educación que quizá yo no tenga tan claros.


Según expresaba en ¿Hay vida ahí dentro? (16 Septiembre) el acto de abuso a menores por parte de los educadores religiosos me parece lo peor. Este día se descubría un nuevo caso de pederastia en Valencia donde un párroco confesaba sus mas hondos pecados carnales. El hombre se escudaba en que tanta relación con los pequeños derivó en esa conducta, que del amor fraternal al carnal hay poca distancia y que por desgracia para todos era un pensamiento irrefrenable. Aquí aparecen mis temores.


Quiero mucho a los niños. Tengo varios sobrinos, alguno ya es un hombrecito y siempre he jugado mucho con ellos. Aunque suene a farol creo que me quieren mucho a mi también. Desde que nacieron, he intentado poner mi granito de arena en su educación y aportarles alegría, imaginación y solidaridad porque son niños y me parece importante que tengan valores como éstos. Desde luego no soy educador, nunca he tenido experiencia en el cuidado de críos ni tengo cursos de pedagogía pero jamás se me ha pasado por la cabeza cualquier tipo de conducta sexual con menores. Tengo miedo, de todas formas, que la sociedad adquiera una especie de barrera contra toda persona que le gusten los niños, a ver si por ser un hombre adulto y jugar con ellos ya hay que colgarle la pegatina de sospechoso. ¿Tienen que seguir confiando los padres en gente como yo?. Espero que sí.


Del color que yo veo esta historia lo que dice el curilla no tiene sentido. Aún entendiendo que pueda ser posible que a medida que se establecen vínculos los caminos se acorten, el tipo es de los de bragueta dulce y cerebro distorsionado. Además, la represión en la que lo enclaustra la religión hace que esto se eleve al cubo.