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jueves, 2 de septiembre de 2010

¿No pueden ayudarnos?

Hay cuatro sucias puertas en la entrada; ésta es circular, oscura y húmeda, con una acristalada cúpula central de reducidas dimensiones, destartalada, musgosa. La hiedra resbala por las paredes, en cascada, alimentando a todo parásito viviente. El ecosistema perfecto para un arácnido.


Me llama la atención una de esas puertas. Es de madera maciza con relieves redondeados, pino rojo diría; tiene un símbolo en el centro de la misma, una especie de tallado africano simulando la parte frontal de un cráneo femenino en madera de ipé. Entro, un pasillo en forma de L me desvía hacia la derecha para afrontar un túnel de minero sin final visible. Hay cascos luminosos a la izquierda, dentro de un pequeño pañol, cojo uno de ellos, lo enciendo y continúo la marcha. El túnel tiende a ir un poco cuesta abajo, el techo del mismo no, sigue a nivel, por lo tanto a medida que camino, aumenta la altura y la sensación de agobio es menor. El oxígeno circula fluído, no cuesta respirar.


Hay un tío allá al fondo, al acercarme a él me da la impresión de que está esperando por mí. Así es, me suelta un pico y unos guantes mientras mira directamente a mi cara. Me espeta un venga, adentro y el pasillo se abre hacia una sala central tristemente iluminada donde unos cientos de personas pican y carretan, pican y carretan. Me pongo a hacer lo mismo, espero que se derrumbe todo, con nosotros dentro, porque esto ni es vida ni es nada. No me gusta sufrir a oscuras, se pasa mal.


Al despertarme tenía la sensación de haberlo vivido realmente; en el móvil sonaba la alarma de las ocho menos diez y cuando la apagué, todavía sin luz, casi me pongo a picar de nuevo; esta vez el colchón, que la cueva ya no existía aunque seguía aferrado a ella como si me interesara que continuara allí.


El haber visto estos días en la tele la situación de los mineros en Chile, atrapados a tropecientos metros de profundidad supongo que me habrá afectado. Creo que hay pocas cosas en la vida más desgarradoras sin sufrir daños físicos que la vivencia de esta gente y sus familias. Ánimo.