Lo de ser hombre y practicar el celibato, mantener las alforjas llenas durante toda la vida es, como la exclusiva del tipo que decía llevaba treinta años sin dormir, una trola como una casa. Científicamente hablando, supongo que los testículos de los que no descargan tenderán a enquistarse con los años y dejarán de producir espermatozoides, transformándose en bultos inertes, carentes de vida. Si esto es cierto, los religiosos de voto de castidad sufrirán los síntomas desde que ejercen de ello. Los que no sufran ningún tipo de anomalía genital, cuando se les ha elevado la sotana han soltado lastre y, para ello, o bien aplican lo aprendido en aula de manualidades, o buscan víctimas entre niños inocentes, o visitan beatas predispuestas a clase particular de flauta travesera.
Lo ocurrido con los educadores religiosos de bragueta dulce y cerebro distorsionado en Bélgica, Reino Unido, España y tantos otros países no es más que una consecuencia derivada de reprimir deseos incontrolables. En vez de reconocer obviedades, los representantes de la Iglesia se dedican a echar balones fuera. Con lo fácil que sería admitir que se tiran una pajilla de cuando en vez para aliviar tensiones y mantener esos huevos frescos, sanos y despiertos.