Me quedé pegado cuando me has preguntado por mi ideología política, la verdad es que no me gusta hablar de ello salvo con mis allegados porque tengo una opinión bastante radical del asunto. Esta fue mi primera respuesta, después vino una segunda pregunta. Ahí si que ya me tocaste la fibra porque entrar a valorar el periodo de mandato de determinado dirigente me soltó la lengua. Sinceramente, no creí que tuvieses grandes argumentos para defender tu postura, me sorprendiste.
Sé que eres un tío con inquietudes, lector, agudo, escéptico. Te considero una persona inteligente y me lo has demostrado, pero en cuestiones sociales no esperaba que estuvieras tan enchufado ni que quisieras entrar a valorar nuestras posturas, más cuando percibías que yo no tenía intención de ello. ¿Querías realmente saber lo que yo pensaba?, ahora ya lo sabes, lo contrario a tí.
Claro que no estoy de acuerdo contigo, por supuesto que voy a favor de estos, no me los compares con aquellos, parece mentira que no te des cuenta, prefiero esto y no lo otro. La cosa se prolongaba, yo intentaba cerrar el pico pero me resultaba difícil porque tú intentabas que argumentase, concediéndome tiempo en cada frase que decía; se veía bien a las claras que no querías dejar el tema.
Para mí, aunque no quiero, va a resultar duro olvidar esta conversación. Ya te dije que tengo un bando definido claramente y no quiero discutir con un compañero tendencias políticas. Lo considero un tema íntimo como para tratar en un entorno laboral, del color que yo lo veo son tareas incompatibles. Tienes que perdonar mi poco interés de hoy por la tarde, si pudiera volver atrás, cerraría la boca y me iría para casa deseándote un buen finde.