Este día te quejabas en tu blog de la cantidad de gente que se había reunido en un lugar determinado para practicar un deporte en concreto. A toda esa gente -quizá me encuentre entre ellos- la tildaste de correveidile como si no supiéramos que muchos de ellos estaban allí por haber leído tus crónicas y no por escuchar a los que tú llamas chivatos. Nadie te manda contar a lo que te dedicas ni al lugar al que vas, y si lo haces, no eches la culpa a los demás basándote en una torpe deducción. Esto es como cuando los de mi generación íbamos al cole: se ponía de moda un juego y había que aguantar que los mayores te rompieran el peón, guicharan tus canicas o jugando al paredón te estampaban un trallazo de balón de fútbol reglamentario -y mojado- en toda la cara. Es ley de vida y forma parte del juego, no te rayes con la peña que disfruta de las mismas aficiones, y que, contradictoriamente, te encargas de alimentar día tras día. Estoy seguro que te sientes orgulloso de la cantidad de visitas que tienes; no lo estropees de esta forma porque esa gente que lee lo que escribes es la misma que acaba yendo al mismo sitio al que vas tú. Esa actitud tuya, en mi tierra, la llamamos desagradecida.
Bueno, a otra cosa, hoy, Día de los Inocentes, he recibido varios correos con noticias imposibles pero otras la verdad me han hecho dudar. Entre todas ellas escojo la del Seat Ibiza Camela porque tampoco me cogería de susto que el grupo de la cabrita tuviese un coche dedicado. Ah, cuando digo lo de cabrita no me refiero a su cantante sino que el tipo de música que hacen me recuerda a la de aquellos gitanitos que iban por los barrios con un teclado, un ampli, una escalera y el animal, meneando el platito mientras, desde las torres, los vecinos lanzaban monedas motivados el desparpajo y agilidad del rumiante.