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miércoles, 1 de diciembre de 2010

El ejemplo más simple

Vaya bajón cuando llegas a casa y te encuentras que está todo sin hacer: vertedero lleno de cacharros sucios hasta la bandera -ollas incluídas-, cama revuelta y pantalones por el suelo, suelo que está sin barrer, escoba que se rompió el lunes; el cuarto de baño sucio, con ropa limpia sin tender metida en la lavadora desde el martes; el perro meó en la alfombra del pasillo, pasillo en el cual la tubería del radiador sigue pingando agua, agua como la que sigue cayendo en el falso techo por culpa de la gotera del tejado, sobre el que sigue lloviendo sin parar hoy, miércoles night. Ahora es tarde y no voy a poder, mañana es jueves, día mundial del zafarrancho de limpieza y bricolage.

En el momento que abro la puerta de casa, creo, sinceramente, que la voy encontrar mejor que como la dejé por la mañana; pero esos duendes con los que cuento no aparecen nunca y la veo igual que estaba, hecha un desastre. Parece una gilipollez pero cuando ocurre algo que me da mucha pereza tener que hacer, me imagino a una señora tunecina que ví caminando por el desierto hace unos años, con un cántaro de agua en la cabeza que medía la mitad que ella, sin más señal a la vista que las roderas del paso en 4X4 que dejábamos los turistas. Cuando, en mi imaginación, la pongo a ella como ejemplo, sufro menos y trabajo más.