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jueves, 9 de diciembre de 2010

Cosas que importan poco

Hace unos cinco años viniste a verme, como hacen los representantes de los clubs con las jóvenes promesas, un poco por ver mi calidad. A mí, realmente, me importaba bien poco tu visita pues desde niño tengo claro que las metas se alcanzan a base de esfuerzo. Supongo cual fue tu diagnóstico después de hablar conmigo: no apto. Bajo tu punto de vista creo que te parecería un tío insípido, con poco afán por progresar y falta de ambición. Bajo mi punto de vista soy un tipo íntegro que no necesita publicitarse ni demostrar su valía porque lo doy todo todos los días.

Las preguntas que me hacías, a modo de mini-entrevista, iban encaminadas hacia la fidelidad a la empresa y donde me ubicaría si me diesen la oportunidad. Mis respuestas eran monosilábicas y carentes de interés, valoraba las opciones pero creía en mi interior que si realmente estaba preparado no haría falta aprovecharme de tu visita. Por citar alguna de tus preguntas, te interesaba saber dónde me veía dentro de unos años y en qué cargo. Sí, yo también valoré en ese momento si tenías talento para encontrar lo que no se ve a simple vista.

Cinco años después de esa visita sigo aquí, en el mismo puesto, en la misma empresa. Soy feliz con lo que tengo y lo que soy como lo era hace doce años y medio cuando aquí mismo firmé mi primer contrato laboral. Como hacen los anfibios, me adapto al medio con facilidad y disfruto de ello. No necesito mucho más.

Estos días me he enterado, de rebote, que tengo una categoría profesional pero en mi nómina dice otra. El caso es que desde hace unos cuatro años pierdo casi dos euros al día. Supongo que la empresa, al saber esto, me pagará los atrasos del 2010 porque los de años anteriores ya los he perdido. Esto no es importante para mí porque intento que el dinero me preocupe lo menos posible; para comer tengo. Sí, ya sé que es una parte que me corresponde, que es mía y tal pero una pieza fundamental en mi vida pasa por no recordar demasiado. Seguiré siendo el mismo a fin de cuentas.

Bueno, pues la historia es así. Tú venías a saber de mí y yo no tenía intención de darme a conocer; si merecía o no la pena el tiempo lo diría. A día de hoy, del color que yo lo veo, esta historia es un fiel reflejo, real, de las preguntas que no respondí en su momento: la fidelidad que soleis buscar llevada a la práctica.