Las relaciones internacionales entre dirigentes de diferente ideología deben ser como cuando tienes un vecino que es un hijoputa pero que cada semana nos suelta una docena de huevos caseros y cinco kilos de patatas: no lo queremos en casa pero sonreímos y paramos a saludarlo cuando lo vemos por que si queremos tortilla al día siguiente es lo que toca. Si un día el vecino decide hacer obras a las tres de la mañana con martillo percutor a ver quien es el guapo que le dice que pare. De tortillas pasaríamos a tortazos.
Un poco por ahí van los tiros en Libia, el cabroncete del Gaddafi se lía a tiros con el pueblo, ejerce de mano ejecutora como lleva haciendo cuarenta años porque sabe que por la ley del látigo andan derechitos los libios. El resto de países median con almohadas de plumón porque hay que seguir alimentando la maquinaria mundial con petróleo del chaval.
En la memoria queda el ejemplo de Irak y la Libertad Duradera; Afganistán, Bin laden y los zulos nucleares en las montañas de Tora-Bora; sin olvidar nuestra guerra civil, posterior dictadura e intento de golpe de estado ya en plena democracia. Guerras de guerrillas que no conducen a nada salvo sumar destrucción y odio. Si el pueblo se revela contra el gobierno dejemos que lo haga ejerciendo en todo caso labores humanitarias. Además, unos tendrán razón y otros aprovecharán este estado de excepción para colar ideologías todavía más ruines -lease Irán-. En Ruanda hubo un genocidio entre Hutus y Tutsis mucho más sangriento hace unos años y como no había demasiado interés económico dejamos que se mataran entre ellos. Bueno, en Ruanda, en Sierra Leona, en el Chad, Níger, ... paises todos ellos sin infraestructura de la que sacar tajada.
Del color que yo lo veo la democracia y el corán son incompatibles, no sólo hay que iluminar dirigentes si no más bien siglos de oscurantismo religioso. Como no empiecen ellos a darse cuenta mal vamos.