Te comentaba la historia de devolver aquella herramienta que nos prestaron; para mí lo lógico sería -una vez que se nos olvidó hacerlo en su día- ir a buscarla a donde la dejamos porque a fin de cuentas es culpa nuestra que haya quedado allí. Tu opinión era contraria: que vayan a por ella si la necesitan porque bastantes favores les llevamos hecho. ¿Favores?, ¿Cuales?. Que yo recuerde, menos de los que recibimos a cambio.
Para ti hay que dar lo que recibes, estoy seguro que interiormente te sientes así, no voy a dudar de tu palabra; si las energías no son equilibradas en ambos lados -ocurre muchas veces- bien por carencia personal, por descuido, por ignorancia, por dejadez o por aprovecharse de uno/a entonces se produce un desgaste; hasta aquí te doy la razón. Ahora bien, para mí uno tiene que dar en base a su capacidad energética sin esperar nada a cambio; tienes que entender que si te digo que no me importa hacer mil favores es porque lo siento así y si no juzgo la actitud de los demás es porque no quiero forzar a nadie a hacer algo que no quiera hacer, a mí me cuesta menos adaptarme al medio.
Aunque a tus ojos pueda parecer un pagafantas, de corazón te digo que contigo aplico esa misma ley que muchas veces ni se ve ni se explica, ¿no te habías dado cuenta?.