El viernes fue el cumple de mi ahijado, el enano ya tiene tres años bien cumplidos; parece más mayor. Desde que le detectaron intolerancia al gluten -el niño antes cagaba cinco veces al día- ha desarrollado X2 de velocidad. Bueno, el tema es que desde que sabemos que es celíaco lleva una dieta libre de harinas de trigo, cebada y centeno -en teoría los tres cereales más perjudiciales- y le ha cambiado el carácter además del físico. Ahora es un niño sano y feliz.
El día de su cumpleaños, los padres de Brunito -mi hermana y mi cuñado-, celebraron una fiesta en su casa para toda la familia. No falto ni el licor de hierbas casero que hace el suegro de mi hermana, que rasca y coloca como ninguno de los que he probado; el tío sabe lo que hace. Como regalo, su padrino le compró un disfraz de spiderman, acolchado y reversible, por un lado es el tradicional y por el otro es venom -creo que se llama así- el arácnido negro. Igual tengo algo que ver en que al peque le guste tanto spiderman porque era mi favorito cuando era niño y un poco se lo metí por los oídos. El tema es que cuando vió el traje se le iluminaron los ojillos y quiso probárselo a toda costa; hasta llevaba una máscara de tela cerrada con una rejilla tupida escondiéndole los ojos que creí que nunca se atrevería a poner porque era parecida a una careta sado de esas de cuero que dan miedo sólo con verlas. ¡Qué equivocado estaba!, se puso el pack completo y comenzó a hacer posturitas y a subirse y bajarse del sofá trepando a toda leche. La gente lo jaleaba y el canijo se crecía, hacía gestos como si fuese a lanzar la red, los deditos de las manos en postura de hacer los cuernos con los brazos formando en ángulo recto y una pierna estirada hacia atrás mientras encogía la otra. Se estaba gustando.
No se quitó el disfraz hasta que se fue a dormir y aunque me dió un poco de rabia que no le prestase más atención a los regalos que le iban trayendo los demás, tengo que reconocer que me sentí halagado de que le gustase tanto.