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domingo, 29 de mayo de 2011

Cuando el cerebro coge forma de balón

El fútbol como tal está inventado desde hace casi siglo y medio; en Europa y Sudamérica los futbolistas son una especie de ídolos que aunque no quieran están expuestos a la sociedad y son tomados como ejemplo de valores a tener en cuenta por los chavales que juegan en los patios de cualquier lugar. La estrella mediática sufre a la vez un estrecho marcaje fuera de la cancha que puede anularlo mejor que cualquier defensa. Ese poder de influencia, aunque debe ser jodido de llevar, va intrínseco a la popularidad con la que uno sueña cuando es niño/a. Es un gaje del oficio.

Supongo que para los que no les guste el fútbol -en muchos casos por considerarlo poco productivo intelectualmente- lo que diga a continuación puede sonarles a petardeo, es más, incluso a demagogia. Del color que yo lo veo y aunque seguramente ha habido miles de futbolistas, entrenadores y demás personal relacionado con valores morales excepcionales no creo que haya muchos individuos que hayan sabido llegar al público fomentando la honestidad, la sencillez, el fair-play, la calidad, el trabajo, la disciplina, el compañerismo, la unión, el apoyo, la comprensión, ... como uno que yo me sé. Para mí, saber gestionar todo esto con maestría es lo que yo defino como una persona inteligente aunque se trate de dar patadas a un balón que esto no es una cátedra de filosofía ni falta que le hace.