Amigo mío, ya sé que el deporte que practicamos es individual y por tanto narcisista pero no te equivoques, si mirás hacia atrás para ver quien te está mirando, has perdido tu tren. No soy tan evidente ni me creo nada como para decirte que es lo que haces mal cuando te veo salir con esa frustración característica tuya. Es más, si canalizaras esa energía que pierdes intentando demostrar algo, si la utilizases como hambre de superación, hoy estaríamos hablando de otras historias.
Supongo que tú también tendrás cosas que decirme, entiendo que desde tu óptica puedo parecer poco dado a las relaciones de amistad, conversador de medio pelo e incluso poco inteligente. Correcto, lo aceptaría si esa fuera tu opinión, podrías incluso tener parte de razón. La diferencia más acusada entre tu y yo es que lo que más me gusta de este deporte que hacemos es que me ayuda a mantener el cerebro en baja frecuencia y a tí te lo activa sobremanera. Creo que es mejor que te relajes y disfrutes porque si lo percibo yo, no quiero imaginar como te sentirás interiormente. Nunca seremos campeones en nada no te preocupes.
Ahora vienen las disculpas, perdóname porque te he mentido. Hoy cuando he visto que estabas moralmente tocado te he comentado que influye mucho el estado de ánimo para momentos deportivos delicados, en la que esa décima de segundo de alelamiento es fundamental y que tú hoy estabas un poco ausente y estaba afectando a tu rendimiento. La realidad es otra; las condiciones de este mediodía exigían ese puntito de velocidad de reacción que por los motivos que te comentaba en los dos párrafos anteriores no eres capaz de ejecutar. Al fin y al cabo es una cuestión de ser un tío sencillo y normal, sin petardeos que coloquen disfraces que al fin y al cabo algún día habrá que quitar y no sirven para nada productivo. Lo dicho, quítate la careta y déjate llevar sin artificios.